Cándido y Donald T.

Por: J.A. Zambrana

(Derechos Reservados)

Esto lo escribí en agosto del 2015. En aquellos días en que la carrera de Donald T. para presidente, nos parecía graciosa, el capricho de un loco; y muy, muy pocos, nos atrevíamos a decir (en voz baja) que podía ganar…)         

 Recuerdo que durante mi adolescencia, el pintoresco Donald T., era un inversionista millonario y dueño de hoteles, ya viejo (no tanto, en esa época yo era muy joven); que se divorció de una señora rubia y muy fea, que se llamaba Ivana, se casó con una ex de Michael Bolton, y, que por causa de un contrato prenupcial que prohibía la infidelidad, el divorcio le costó algunos hoteles. Pero, fuera de eso y los cuentos de las mises universo (en especial el de La Machado, cuando se puso gordita, disque por un maldramores que le dio por Luis Miguel el Sol), yo Cándido Libertino De Expresión, nunca imaginé que aquel loco de las finanzas y los casinos, veintitantos años más tarde se convertiría en la figura principal de una contienda primarista por la presidencia de la USA, que ha sido un ejemplo vivo de un carnaval de lo absurdo.

Donald_T.

          Imagino que como todo buen adicto al trabajo de hacer dinero, Donald T. se sienta en las noches a revisar sus planes para el próximo día y estoy seguro que, después de mirar el balance de su estado de cuenta y verificar que la larga cifra de trece dígitos o más esté correcta (para los que no saben cuánto es eso, es una verdadera “tonga” de billetes), se pone cómodo a «twitiar» (es el rey del Twitter) y ver todo el revuelo que causan sus acciones, en especial esas reacciones viscerales de todos sus detractores que parecen enloquecer casi al mismo nivel que Donald T. Seguro que se le cae la peluca de tanto reír, al leer los comentarios de odio y las ocurrencias de todos los idiotas (y me incluyo entre ellos) que le dedicamos tiempo a criticar o comentar y que, por ende, le hemos dado vida al fenómeno de Trump, que parece ir en aumento. Que no es más que la voz de la expresión máxima del pensamiento americano ultra conservador, que forma la base electoral del Partido Republicano. Hiperbolizada, claro está, por un elemento de recursos ilimitados que puede darse el lujo de decir lo que siente y como lo sienta, sin que importe a quien le hiera la sensibilidad porque a él no le duele en el bolsillo.

          Aunque estoy convencido de que Donald T. es un “cocky bastard” (como diría Hunter Thompson), debo aceptar, con sonrisa forzada, que el tipo es uno de los mejores ejemplos de que existe la libertad de expresión. Y es grandioso verla actuar, aunque sea a través de un personaje tan bizarro como ese. Parece ridículo, pero, me hace tener la esperanza de que ningún truhán (ya sea político, alcalde con doblevida, o un simple cualquiera), por su pura conveniencia, jamás podrá ordenarme que deje de expresar lo que siento ni que deje de escribir lo que me dé la gana (y mucho menos ahora, que un pequeño parnaso de subversivos me sigue, me lee y me exhorta a que continúe escribiendo disparates). Eso sí, no cuento con los billones de Donald T., así que es posible que algunos truhanes con poderes diversos y de tamaño agrandado, puedan tratar de boicotear la difusión de estos escritos, que aunque muy lúdicos (y difícil de entender para algunos), gozan de abundante candidez.

          Además del asunto sacrosanto de la libertad de expresión, existe otra particularidad que todos deben saber, el viejo Donald T. (contrario a la mayoría de los políticos, en especial los de nuestro Puerto Rico) puede pagar su campaña sin necesidad de pedirle favores a los adinerados ávidos de hacer más dinero ni tampoco de repartir costosas invitaciones con promesas de contratos de trabajos o de permanencias para amigos ambiciosos o desempleados, como los muchos que vi durante la temporada que trabajé para el Gobierno. Donald T. se “autofinancia” (al menos en primarias) sin prometer nada a nadie, sin amarrarse a favores ni compromisos de impunidad incondicional y selectiva, reservada para aquellos alicates que guardan los más temidos secretos. Aunque no comulgaré nunca con sus ideas, respeto que Trump dice lo que piensa cuando lo piensa. Escuché cientos de veces, a un alcalde para el que trabajé (uno que se las da de cristianito Opus Dei, Juan 23 y de que vive en Manresa, expresarse de forma denigrante, con mucho menosprecio y bastante odio acerca de homosexuales, mujeres, inmigrantes y hasta indigentes, y ni hablar de la oposición. Claro, ante la libertad de no tener un micrófono en frente, utilizan un dialecto de guapetón de esquina, de escamas soeces y ofensivas en cualquier círculo social. 

       Dicen algunos periodistas que, Trump no tiene directores de campaña que le dicen como comportarse y hablan por él, ni asistentes que limitan los temas y cortan las entrevistas. Tampoco tiene escritores a sueldo (lo que yo fui alguna vez) que le redactan hasta los estornudos y lo ayudan a memorizarlos, para que no se equivoquen frente a la prensa; ni séquitos gigantes, de sirvientes disfrazados de voluntarios, para difuminar con aplausos los horrores de la realidad.

          Todos tenemos prejuicios, yo tengo los míos (no tolero la gente que usa emoticones ni a los que no se atreven mirarte a los ojos después de darte una puñalada), por eso puedo tolerar cuando Donald T. dispara malos epítetos a mi «grupo social». La conciencia de mis propios complejos, permite que me ría cuando escucho que generaliza a los latinos y nos unifica bajo la nacionalidad mexicana. Y hasta entiendo que para “salvar a Israel”, quiera mudar a los palestinos a Puerto Rico y llamarnos a todos “palesriqueños”, se ve bien entre sus colegas que se rascan con la parte extrema de la derecha. Y confieso que hasta me gusta la idea esa de construir un “resort” sólo para adultos, en alguna playa Boricua; con lo jodido que está este país, para algunos de nosotros es necesario un espacio así, en donde disfrutar de un poco de hedonismo lujurioso y liberador. 

       Para nuestro pesar, cuando los políticos juegan a los castos, crean reglamentos que coartan libertades dirigidas al disfrute de los placeres más simples. Se disfrazan de paladines del orden, de religiosos fieles y abnegados, se acorazan con nuestro miedo y so color de seguridad nos quitan las posibilidades de elegir libremente las razones de nuestras sonrisas. Hasta ahora, Trump no hace alarde de su castidad, y todos sabemos que no la tiene. 

       ¿Tendrá vocación de político Donald T.? (Lo dudo). ¿Será sólo un “junkie” de la exposición pública? (Eso parece). ¿Mal tipo? (He conocido peores). Y aunque no quiero volver a ver otro como él, si que quiero ver muchos otros ejemplos de libertad de expresión. Y en cuanto al lío con el periodista Jorge Ramos, que fue de los primeros incidentes que encendió la rabia latina, pongamos los hechos en perspectiva: Donald T. tiene la psiquis jodida (como la mayoría de los republicanos conservadores de la USA). Pero, los que conocen el estilo de ese periodista, saben que le encanta “farandulear” y ser lo principal de sus reportajes (la noticia va después); incluso, Jorgito es tan conservador como Donald T. en muchos asuntos públicos, excepto la inmigración. Y seguro que todos saben que trabaja para Univisión, que tiene guerra declarada contra las empresas Trump. Ramos fue en busca de convertirse en noticia y consiguió una historia en la que fue protagonista y “víctima” de una injusticia con agravio público. Trump es un truhán, no hay duda, pero Jorgito también se las trae (¡ajá!) y Donald T. cayó en su juego, y caerá en de muchos otros periodistas similares.

       Pero, a pesar de ese incidente y muchísimos otros, las pasiones de sus fieles no disminuyen. Tal vez los gringos se cansaron de las tretas políticamente correctas de los políticos tradicionales y miran hacia un cambio real, bueno o malo, ¿quién sabe? ¿Será esa la nueva forma de hacer política?  Tal vez. Si logra vencer a los otros idiotas de la primaria: ¿Podrá ganarle a una inminente Hillary Clinton, que representa más de lo mismo? Podría ser. Aunque al final, tampoco creo que importe, pienso que no pasará de las primarias. Los republicanos de la parte adinerada y poderosa, los dueños del 1%de la riqueza,  no quieren que nada cambie, se encargarán de crear las alianzas necesarias para sacarlo de la carrera, aunque desangren la democracia en el proceso.

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