Cándido y el glaucoma de la abuela

Por: J.A. Zambrana

(Derechos Reservados)

          No van a creer lo que les voy a contar. Mi nombre es Cándido Herbatero Funcional. Por años me escondí de la Vieja para fumar marihuana. Aunque creo firmemente en la legalización, siempre le guardé ese respeto, ya que, contrario a mí, ella no creía en el uso de sustancias, ninguna; incluso el alcohol. Mi abuela tiene una sensibilidad especial para la fotografía, su profesión de juventud y todavía, con casi ochenta años, su más importante actividad; eso y sus nietos, aún nos hace posar en todo el tiempo. Por eso se le hizo tan duro recibir la noticia de que su glaucoma está en avanzado estado, sólo le quedan meses de visión; fue como decirle que la vida se acabó. El doctor fue claro y le explicó los tratamientos, incluso los alternativos con la planta de cannabis, que funciona como vasodilatador para los tractos intraoculares y resulta muy efectiva para controlar el avance de la ceguera. Claro, le dijo que para eso tendría que mudarse a los Estados Unidos ya que, en nuestra tierra los atrasos de políticas fundamentalistas y retrógradas no permiten ese tipo de medicina vanguardista.

          Todavía recuerdo cuando regresó a casa ese día, la noté inquieta, caminaba para todos lados y me miraba como queriendo decir algo. Dos veces, tres, a la quinta ya no pude más y pregunté:

          –¿Vieja estás bien? Es que te veo inquieta. ¿Algo malo con el médico? –dije y entonces fui yo el preocupado–. Anda dime que sabes que me pongo nervioso.

          –Nada mijo, nada. Que llegamos a viejos y nos hacemos mierda. El doctor me dijo que me queda menos de un año de…

          No le permití terminar, me heló la espalda imaginar lo que diría.

          –No vieja, por favor no me digas una cosa como esa. De seguro que no sabe ni hostias el doctorcito ese. Si mírate. Te ves tan bien, te sobra vida.

          –¿Qué vida, ni que nada? Si es que eres más llorón que tu difunta madre –dijo riendo de medio lado–. Me queda menos de un año de visión, hijo, de visión.

          Al entender, se me hace picadillo el alma. Decía que la visión era el más importante de los sentidos; vive a través de sus ojos, de captar imágenes para la posteridad. Para ella perder la vista, es como para un escritor perder la memoria o para un cantante la voz.

          –Cuanto lo siento vieja, en serio.

         Me mira con esa curiosidad tan usual en ella cuando está a punto de preguntar algo que le resulta incómodo. Respira profundo y dispara:

          –¿Todavía fumas marihuana?

     Al escucharla comienzo a toser, me ahogo con saliva. Riendo nervioso digo:

          –La verdad es que hay que quererte vieja. ¿Qué pregunta es esa, que tiene que ver con tus ojos?

          Entonces comienza a decir lo que me toma por sorpresa…

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 Para la historia completa:                                                        Simplemente Cándido, pronto en librerías…

   

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  1. ¿Y la mía dónde está? Muy bueno me gustó.

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