Encuentre la historia completa en
(disponible en librerías).
Por J.A. Zambrana
(Derechos Reservados)
Tristeza Colgada es una de las tantas leyendas que tiene la ciudad de Nueva Orleans. No muchos la conocen ya que, las aguas de Katrina se encargaron de difuminar los rastros de la historia. En noviembre del 2013, viajé a la ciudad a disfrutar de un festival de arte y música. Era el Día de Todos los Santos y había gente disfrazada por todas partes. Después de ver una magistral presentación del grupo Pearl Jam, busqué un lugar tranquilo donde ingerir algún espíritu etílico, pero las barras y establecimientos estaban llenos. Casi al final de la calle Borbón, encontré un bar oscuro y con muy poca gente. Sin darme cuenta me senté al lado de una mujer, una anciana, negra y muy simpática que, por su ropa, parecía sacada del siglo XIX. Después de varios tragos e intercambiar algunas anécdotas, la peculiar mujer me narró la triste e increíble historia de Milenia. No soy creyente de nada, pero, sus detalles lúcidos y específicos me hicieron dudar y pensar que podía ser cierta. Impresionado con el cuento, por los pasados dos años me di a la obsesiva tarea de investigar y corroborar la poca información disponible. Para mi sorpresa, un manto de imprecisión y misterio arropa la historia; nada parece probar que sucedió, pero tampoco nada parece desmentirla.
***
Varias horas después de la ceremonia improvisada, Milenia se escabulló de sus adeptos que ocupados en sus temas, descuidaron la vigilancia. Caminó de prisa y sin rumbo por la calle Rampart hasta que salió de Tremé. Luego, hizo una izquierda en la Conti. Sólo quería olvidar lo que vio, arrancarse aquellas imágenes de horror; seguía escuchando los gritos. Dos cuadras más adelante, sin saber a dónde ir, hizo una derecha hacia los adoquines de la calle Borbón abarrotada de gente.
La música, las hipnóticas luces de neón, las voces y los cientos de rostros alrededor, no calmaban su ansiedad, sólo la exaltaban más. La risa de los transeúntes, le hacía recordar la del asesino. La escuchaba por todas partes. Se detuvo frente al “Old Absinthe House” y, desde la acera, lo vio riendo detrás del mostrador. También lo vio al otro lado de la calle, frente al Hotel Royal Sonesta y hasta en el rostro de un joven con quien tropezó.
Comenzó a correr. Hizo una derecha por la calle Santa Ana y se detuvo en la parte trasera de la Catedral de San Luis, justo en frente de la estatua de Jesucristo, cuya sombra se reflejaba contra las paredes blancas de la estructura. La risa continuaba más cerca, parecía provenir del “Pirates Alley” a su lado izquierdo, un callejón que se decía estaba embrujado. Esta vez las carcajadas eran seguidas de los gritos de las víctimas. El reflejo del Jesús, pareció de momento el rostro de un demonio, los brazos levantados eran enormes cuernos.
Vio los ojos del asesino mirarla desde el reflejo y continuó corriendo como perseguida. Atravesó en pocos pasos el “Jackson Square”, hasta llegar al parque Woldenberg y se detuvo en una barandilla frente al río. Observó las aguas nocturnas y recordó el líquido negro que arrastraba las marejadas del dolor causado por aquel hombre. Pensó que sólo se libraría del recuerdo lanzándose a las corrientes del Mississippi. Subió a la baranda, respiró resignada y se dejó caer…
El sonido de la ausencia está disponible en: Librería La Tertulia (Río Piedras y El Viejo San Juan); Librería Norberto González y Librería Mágica, en Río Piedras; Libros AC en Santurce; Biblioservices en Hato Rey y
https://www.librosondemand.com/products/el-sonido-de-la-ausencia
Me gustó mucho primo. Termínalo!
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