Por: J.A. Zambrana
(Derechos Reservados)
¡Llegó la Navidad! Los pequeños, sonrientes y eufóricos, saltan de sus camas y se lanzan a esa aventura mágica; un recorrido de ilusiones que hace que los quince segundos que toma correr por el pasillo, bajar las escaleras de tres brincos y deslizarse con las medias por la estancia hasta el árbol de navidad, parezcan un travesía eterna. Se quedan perplejos cuando bajo el árbol sólo encuentran dos pequeñas cajas y un sobre que dice: “Para: Carlitos y Luis”. Confundidos, entregan el sobre a sus padres, quienes, con rostros de media sorpresa, lo reciben. El padre lo abre y saca un papel de líneas verdes y color amarillo pálido (como su rostro), y tratando de parecer sorprendido, con una voz poco usual (que parece ahogarse por momentos) lee el texto, escrito con tinta azul brillante:
Estimados Carlitos y Luis:
Quiero pedirles disculpas por no poder cumplirles este año. Debido a situaciones complicadas, me he visto obligado a posponer la entrega de los regalos que querían. No es culpa de ustedes, son sólo las vueltas que da el mundo.
Sé que han sido buenos niños, sus padres están más que orgullosos de ustedes, yo también lo estoy. Sabemos que merecen todos y cada uno de los objetos y juguetes que pidieron en sus cartas. Por el momento, sólo puedo entregarles esas modestas cajas. Cada una contiene un libro (que con los años aprenderán que son los mejores regalos); un boleto para que vayan hoy al cine a ver esa película que tanto quieren ver, la que no pudieron ver el día del estreno, y diez dólares para refrescos y palomitas, si así lo desean. Espero que disfruten de lo poco que les puedo dar esta vez. Sé que pueden entender y que conocen el valor del amor y la simpleza.
No se decepcionen, los duendes y yo seguimos trabajando muy fuerte, para completar la producción de los regalos, y haremos todo lo que esté a nuestro alcance para entregarlos. No se impacienten, el tiempo para ustedes corre más lento que para mí, así que no piensen que los he olvidado. Gracias por ser chicos ejemplares, los hijos que todo padre quiere tener. Son posibles los milagros, así que espero que todo mejore para el año próximo.
Atentamente,
Nícolas St.Claus
(El Fantasma de la Navidad menos afortunada)
Con cara de tristeza, el padre dobla la carta y la guarda en un bolsillo del pantalón. Un poco desconcertados, los chicos agarran sus cajas, adentro Carlitos encuentra un ejemplar de ¿Dónde están las cosas salvajes?; Luis, una edición especial de El Principito. Sin saber qué hacer, se miran unos segundo. De inmediato agarran sus respectivos regalos, y sonriendo curiosos suben a sus cuartos; allí permanecen leyendo hasta que llega la hora del ir al cine.
Los padres, silenciosos, aún con las gargantas trancadas y conteniendo los maremotos en los ojos, también se van al cuarto. Allí respiran muy profundo y, sin decir palabra, ambos sonríen orgullosos, complacidos y resignados. El padre saca del bolsillo la carta de Nícolas, abre la primera gaveta de la mesa de noche y la guarda. La coloca encima de una libreta de páginas amarillo pálido con líneas verdes, y de un sobre blanco que contiene la carta de despido, varias notificaciones de cobro y la orden de embargo de la residencia; justo al lado de un bolígrafo azul brillante, con la tinta casi a terminar, y la pistola negra, calibre nueve milímetros, con la que se disparará en la cabeza el día de año nuevo.
Deja una respuesta