Cándido y el cuadro de Albizu

Por: J.A. Zambrana

(Derechos Reservados)

Después de las elecciones, preocupado ante la victoria del hijo de Pedro, el viejo Cándido convoca a su familia. Sentados en la terraza, el viejo se levanta, descuelga el cuadro de Albizu y lo lleva la cocina, no quiero que me escuche, murmura. Luego regresa y comienza a hablar con un extraño tono, similar al luto.

—Los reúno a todos porque ya es tiempo de confesarme. Necesito que me perdonen. Como dijo Sinatra “Arrepentimientos tengo pocos”, pero, hay algo que debo extraerme de lo profundo, ya que es como una hemorroide en mi conciencia.

Los familiares consternados, se acercan y le piden que se tranquilice, pero el viejo Cándido les ordena que se sienten y continua con eso que parecía un epitafio.

—Para que entiendan la realidad del terrible secreto que les voy a contar, debo remontarme a mi niñez. Cuando estudiaba en una excelente escuela elemental y pública de San Juan (con maestros que daban clases y siempre estaban en el salón, de esos que ya casi no quedan). Eran los 80s, y el Rock se convirtió en mi primera sustancia descontrolada. Pero, era en inglés y no lo entendía. Así que le metí interés y aprendí a la cañona, sin Open English ni Follow Me; las letras de las canciones en los discos y el enorme diccionario de la Enciclopedia Británica, que me regaló la abuela, me hicieron bilingüe en menos de una eyaculación prematura. Cuando entendí el Rock, todo cambió y la tierra de donde venía aquel maravilloso sonido (de la que ya sabía el idioma), me empezó a parecer cool (todo lo dicho en «inglish», parecía sonar mejor). En ese tiempo Carlos Romero Barceló era el gobernador, y la propaganda estadista era tan inmoral como ahora, sólo que más violenta. Pero, en esos días de candidez, la música era para mí más importante que los “desaparecidos” del Cerro Maravilla, las Carpetas de mi abuelo y madre, ni cualquier otra persecución. La guerra fría andaba por las postrimerías y el discurso anticomunista era aterrador para un adolecente que sólo quería cantar en una banda de las de MTV (y MTV también era americano). Cuando vi Rocky 4, pensé que todos los rusos eran grandes, rubios, comunistas e hijosdeputa; con Rambo, que los chinitos con sombreros de paja eran peores; y con Hollywood at large, que sin Stallone, Chuck Norris y Arnold Schwar-whatever, estábamos jodidos y perderíamos la guerra.

No es secreto para ustedes que tengo serios problemas con las figuras que representan autoridad (en especial las que no tienen pantalones para ejercerla, pero eso lo aprendí después). Como todos saben, mi primera rebelión fue contra el estado mayor de mi casa: mi Madre. También saben que mi linaje materno es completamente independista, todos pelaos y sin dinero, pero independentistas dispuestos a trabajar todos los días y ser pobres por siempre, pero en una tierra libre; pensaban y piensan que la verdadera riqueza está en la libertad (que mucho me lo machacó la vieja). Pero yo era de la Generación-X (ahora soy un Degenerado-X), que apenas comenzaba y no me importaban esos líos y peleas en español. Además, siempre ponían Salsa, malditos cocolos; si Rubén Berríos hubiese hecho campaña con música de Motley Crue, por mi madre que hubiese votado por él. También ayudaron unos vecinos estadistas, exiliados argentinos de Buenos Aires, que se encargaron de venderme y deslúmbrame con la magia del sueño gringo que no había en su país; sueño en el que cualquier morón, pela’o y del barrio (como yo), podía tener su propia banda. Poco les faltó a los chés para decirme que caería nieve en el Viejo San Juan y abriría un Disney en Cataño. Eso sí, igual que la mayoría de los extranjeros que viven en este país, no querían americanos metidos en sus países natales, pero sí en el mío los muy cabrones. Porque sin gringolandia, andarían ustedes “esnús y esmallaos”, me decían.

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Por eso, sin importar la belleza de los “dogmas” ideológicos de mi familia, decidí que para ser un verdadero revolucionario, por el bien de mi país y molestar a mi madre en el proceso, tenía que convertirme en estadista y hablar inglés todo el tiempo (el pelo largo no le molestaba). No pude bregar con Romero el caballo, me caía como una patada en el culo; al menos mi madre logró transmitirme duros sentimientos contra él, que todavía perduran; debió haber muerto hace rato, pero, el tipo ha sido tan y tan bastardo, que la muerte no se atreve a acercársele). En fin, con el lavado de cerebro de aquellos penepés porteños, llegue a la mayoría de edad. Fue ahí que conocí al Mesías (detesto mencionar su nombre, creo que se me aparecerá en las noches y me halará la billetera). Aquel tipazo con aquellos ojos color azul gringo y toda una carretilla de promesas que convertirían a Puerto Rico en un estado de la nación rockera. Sí, caí como virgen drogada con PCP en la noche del prom, le di mi primer voto —lo ojos de Cándido se aguan y se le entrecorta la voz—. Y lo peor de todo no fue eso. Lo peor es que también le di el segundo —se sueltan las lágrimas y comienza un llanto con sollozos que le dificulta las palabras—. Con las construcciones y martillos sonando por todas partes, parecía que había progreso. Además, Pedro corría motora, “jogueaba”, bailaba, se vestía de Pedro Dick Navaja Tracy, y, constantemente, mandaba a callar a todos sus detractores, incluso la prensa. ¿Quién no recuerda como apagó a Luis Francisco Ojeda, tirándole encima a Hacienda? Pero que importaban esas pequeñas faltas de carácter, me prometió el estatus perfecto, la verdadera unión permanente con la tierra del Heavy Metal. Cuando empezaron a caer los cuarenta ladrones, comenzó un periodo oscuro de vergüenza para quienes escogimos aquel infame gobierno; momentos de bajar la cabeza y negar la Palma a toda costa, como se niega una novia con gonorrea —deja de llorar y llega la ira a su rostro—. Traté de hacer como Pedro el apóstol, pero no pude negar al otro Pedro ni una vez; fui demasiado bocón y fantoche cuando lo favorecí. Por años he buscado absolución y perdón por mi abominable acción, aquellos votos nefastos que fueron la llave de la ignición para el desastre que ahora vivimos.

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Hoy me cago encima cuando imagino que otro Roselló gobierne a Puerto Rico. Veo a Risky el nene, que me parece todo un idiota que sólo por ser hijo de Pedro, ha podido sobrevivir, porque no hay duda que si llega a ser un cualquiera, estaría preso por todos los cuentos que se han escuchado durante años (me recuerdan a los Duvaliers, a los Bush, los Hussein, los Hernández, los Aponte, los Buzo, los Oneil, los Corleone… larga la lista). Quiero pedirles perdón porque para que el fenómeno del hijo se diera, mi generación y otras anteriores creamos el del padre. Perdónenme por las necesidades que hoy sufren, por hacer de nuestra tierra una vergüenza internacional. Por la Junta y por todo aquello que la era de San Pedro y sus sucesores nos traerá. Creo que todos los que votamos por él, nos merecemos ser los primeros mártires, los sacrificios de la revolución que nunca llegará. No me cansaré nunca de pedir mi absolución y les juro que haré lo que hay que hacer para enmendar mi error.

Su rostro se torna recio. Busca el cuadro de Albizu. Lo cuelga. Da la espalda y se marcha sin despedirse.

Semanas después, el viejo Cándido llega al “Acto Ecuménico Para La Salvación Y Unión De La Fe Y La Política y la Eliminación del Mito de la Separación de Iglesia y Estado”, auspiciado por iglesias que no quieren pagar impuestos y los Santos Hipócritas de la Cámara de Representantes. Fueron públicamente invitados: Luis Fortunio, El Caballo Barceló, Pedro y Risky, Jeny la Gordita, Verga Borges, Monchichi Venegas Brown, Barking-Pig Shatz y muchas otras sanguijuelas azules; Pierluso no llegó, sigue molesto con el partido por elegir al morón de Risky. Tambien está Cuchín Hernández con sus hijos: El Pollito sin babilla y El Tigre en sobrepeso; están todos los Pandilla García, Coldbeerg, Perreolló y otras tantas lombrices del partido rojo, que son menos que los del azul. También está la religiosa de los relojes suizos y los pantys de Victorias Secret, junto a muchos de sus colegas de fe opulenta y colmillos largos. Y claro, no faltaron los seis jueces azules del Tribunal Supremo y Jorge de Castro Font, a quien le dieron un permiso especial (por lo de la probatoria). Como de paracaídas y sin invitación, cayeron todos los miembros de la Junta de Control, Jamamillo, con otros líderes sindicales (ganzos y bocasdejarra), Víctor Fajardo y Rogelio el del coquí, se colaron para entrar.

Cándido lleva en la espalda una mochila llena de dinamita (C-4 para ser más específico), suficiente para convertir toda la cuadra en vapor. Cuando se percata de ese perfecto grupo de asco y decadencia (al que hasta Satanás le sacaría el cuerpo), respira profundo y sonríe con alivio de absolución divina. Abre los brazos, cierra los ojos. Aprieta un botón en su teléfono celular y… “BUM” (Boom, en “inglich”).

Al otro día, curiosamente y sin que nadie lo planeara, la gente se sentía feliz, y todos los periódicos exhibían el mismo titular:

PUERTO RICO SONRÍE ANTE LA ESPERANZA DE UN NUEVO COMIENZO

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One Comment

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  1. Hola,
    Antes que nada quiero felicitarte, he leído algunos de tus blogs y me han transportado a una etapa de mi vida muy
    especial, por que yo estuve presente y viví de cerca esos momentos en el famoso colegio católicos en donde yo vivía. Como olvidar a ese chico rockero con delineador de ojos negro y q muchas veces se sentaba detrás de mí y comenzaba a darles a los palitos de la batería y a cantar. En donde no sólo gane un amigo, hermano y luego compadre. Amigo / hermano no sabes la alegría y los nervios, estoy súper llena dé emociones, pues siempre te he llevado en mis pensamientos y mi corazón. Por siempre, Elebhad.

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