Hunter T.: Una voz hecha con tinta y rabia…

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We where somewhere around Barstow, on the edge of the desert, when the drugs began to take hold”. Una oración genial para comenzar, mi línea de apertura favorita de los libros que he leído hasta hoy. El 18 de julio de 1937, nació una de mis más importantes influencias, “una voz hecha con tinta y rabia; un mutante prototipo que jamás fue considerado para producción en masa; muy extraño para vivir y demasiado raro para morir”. Cuando aprendí a entenderlo, conocí otra dimensión de la palabra, una fuerza que, dirigida correctamente, podría ser tan letal como un lanzallamas.

Vi la película primero, lo confieso; Fear and Loathing in Las Vegas, me explotó la cabeza. En aquel tiempo no conocía algunas cosillas, me faltaban experiencias y no entendí del todo aquella locura visceral y poética del personaje. La intensidad del guión (que aunque fue escrito por Terry Gillian, transcribe y transmite la irreverencia demente de Hunter) despertó en mi una curiosa obsesión por la exploración y alteración de la mente. Cuando años despues leí la novela, mis conceptos de la literatura cambiaron por completo. Me preguntaba cómo era posible contar una historia de esa forma, desde la percepción de la realidad de una mente alterada con todas las sustancias posibles. Conocí el “Periodismo Gonzo”, un estilo de reportar en el que, el reportero no sólo cubre la noticia, es parte de ella y a veces hasta se convierte en el protagonista y catalizador de la acción.

No me interesa hacer una biografía de Hunter, tampoco inculcarle a nadie su lectura; no suele caer bien a las mentes débiles, a los bastardos ni los truhanes. Además, muchos adjetivos y demasiado cinismo, letras duras para digerir, en especial para los que gustan de la autoayuda y los cuentitos breves y simples, con desenlaces sorpresa. Pero, sí quiero resaltar que, ese gringo de Louisville Kentucky, amante de las armas, del whisky y muchos otros elixires prohibidos, vivió en Puerto Rico a principios de la década del sesenta y, con su visión especial de rayos “gamma”, pudo captar la realidad de la colonia boricua en ciernes. Entendió y denunció como los venerados gringos, en contubernio con los locales más inescrupulosos (los Luis Fortuño y Tomi Schatz de aquella época), se quedaban con las playas y saqueaban las riquezas de la isla, mientras nuestros niños comían basura. En The Rum Diary, llamaba a sus compatriotas de la USA: “Gluttons, beasts of obesity; asses that wouldn’t feel and arrow; the Great Whites, probably the most dangerous creatures on earth”. He escuchado muchas malas críticas de ese libro, por parte de idiotas y otros acomplejados que viven en negación de lo que son y se ofenden ante el primer atisbo de nuestra realidad social y política.

En estos tiempos en que regresamos a ser colonia pública, y que los gringos andan pateándonos el culo en todos sus foros de poder, y de ver como los políticos de siempre (súbditos incautos), les entregan las nalgas, con tal de que les tiren algunas migajas al plato, The Rum Diary debe ser lectura obligada para todos los puertorriqueños. Debería ser asignada en las escuelas, en vez de esas novelillas ridículas “para adolescentes”, que se publican con el fin de manipular la historia (por encargo político) o de ganar premios en los círculos literarios y certámenes de amiguismo.

Hace algún tiempo, después de tropezarme de frente con algunos bastardos y truhanes del juego sucio de la politica local, de ver como cometen delitos burdamente y ser testigo de como apuñalan la espalda de cualquiera, para cubrir sus fechorías, las palabras de Hunter T. adquirieron mucha más relevancia para mi conciencia. Por eso, al crear este blog, arranqué con una frase de esa bestia rabiosa. Un año después, recordándolo en el día de su natalicio, tan sólo porque sí, transcribo las oraciones del cierre de The Rum Diary, que leídas con el ritmo correcto, captan a la perfección el aura decadente de una noche cualquiera en mi vieja ciudad sanjuanera:

«Voices rose and fell in the house next door and the raucous sound of a jukebox came from a bar down the street. Sounds of a San Juan nigth, drifting across the city through layers of humid air; sounds of life and movement, people getting ready and people giving up, the sound of hope, and the sound of hanging on, and behind them all, the quiet, deadly ticking of a thousand hungry clocks, the lonely sound time passing in the long Caribbean nigth«.

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