Au Revoir, Monsieur Moore, Roger Moore

Por J. A. Zambrana

(Derechos reservados)

Sir Roger George Moore
(1927 – 2017)

     En 1982 vi el filme For your eyes only, y todos los esquemas y las nociones que tenía acerca de los héroes cambió. Cuando, sentado en casa de un vecino que tenía HBO, conocí de todo lo que era posible el Agente 007, entendí y comprendí que no había nacido para usar ropa ajustada ni capas con escudos o insignias, mi vida estaría destinada a una exitosa carrera como espía, perfectamente vestido, con flamantes vehículos, impresionantes mujeres y mucha, mucha, pero mucha acción. Era la época de Roger Moore, su quinta película, en el rol de James Bond, el carismático, espía del Servicio Secreto de su Majestad, con licencia para matar.
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          Eran los ochentas, el macharrán estaba de moda, y Roger podía hacerlo muy bien; un balance entre rudo y seductor, sin demasiada rudeza. Anterior a For your eyes only, había visto Goldfinger, pero la vi en aquel desaparecido y enterrado programa: Telecine en la Noche con Manolo Urquiza. Recuerdo tener unos ocho o nueve años, y no me movió las losetas la película. Los carros eran viejos, Sean Connery vestía con atuendos similares a las que usaba mi abuelo (las que veía en fotos, porque el viejo ya la había estirado). Así que, contrario a mi padre, mis tíos y todos los adultos que me rodeaban, Connery no me impresionó para nada, a esa edad, la tecnología glamorosa de la Guerra Fría, era para mí, más importante que la interpretación.
          Moonraker, fue la próxima que vi (en casa del mismo vecino) y aunque me pareció un poco exagerada, estuvo bien la onda espacial; con los transbordadores y toda la mierda de la NASA de finales de los setenta y principios de los ochenta. En las postrimerías calientes de la Guerra Fría, era posible para mi concebir que alguna vez me tuviese que subir a una nave y salvar al mundo, junto a varias mujeres, y terminar todos en una orgía sin gravedad; o lo más cercano a una orgía que un joven con demasiada imaginación, podía concebir. Ese día le envié un mensaje telepático a mis héroes anteriores: Fuck your cave, Batman; mastica Kriptonita, Supermán, y que la fuerza se cague en tu padre, Skywalker.
          Mi enamoramiento por el 007, se salió de proporción en 1985, con: A view to a kill. Durán Durán, estaba quemando las arenas y las emisoras de radio, y eran los perfectos para el tema musical principal que (como en la mayoría) llevaba el mismo título de la entrega del espía. Siempre me encantó esa línea profética del coro, que dice: “The fatal sound of broken dreams”. Vi el video musical de la canción, antes que la película, y pensé que las escenas eran lo máximo (que a tan corta edad)  había visto. El final fue supremo, cuando el cantante, dice su nombre mirando a la cámara: Bon, Simon LeBon. Fue obligatorio mirarme en la pared de espejos, de la casa de mi amigo David (que tenía MTV) y decir el nombre correcto, tratando de imitar la mirada del cantante: Bond, James Bond. La película me voló la cabeza; la dama en peligro era Tanya Roberts, quien por años antes y después (todavía hoy día), me parecía la cosa más hermosa y era de uno de mis “crushes” principales. Ver a Roger salvarla, besarla, e imaginar todo lo que me insinuaron que pasaría después del «The End», lo convirtió en uno de los dioses principales de mi Olimpo, al lado Eddie Van Halen, David Lee Roth y los cuatro degenerados de Motley Crue.
        Roger pasó la batuta, A view to a kill fue su última. Fue sustituido por Timothy Dalton, que mató un poco mi encanto por James. Vi sus dos películas sólo por respeto al 007, y para poder decir, como hacían los viejos con Connery: Roger Moore era mucho mejor. Pronto llegó Pierce Brosnan, el viejo Remington Steele, un tipo al que siempre admiré, o debo decir (sin que se marchite mi hombría al hacerlo), a quien siempre me quise parecer; todo lo quedaba bien al hijo de puta. Además, la inmensa mayoría de las chicas, en especial mi novia de aquella época, lo encontraba guapísimo, estilizado y elegante. Con la aparición de Pierce, el recuerdo de Roger desmereció con rapidez, pero, nunca se desvaneció del todo. Luego, tuve el poder adquisitivo y una tarjeta de Blockbuster, y conocí a Sean Connery y sus sensacionales filmes, ya en esos tiempos, podía tolerar las modas y los vehículos “antiguos”, y los de la época de Roger, comenzaron a parecerme, más que antiguos, anticuados; en especial sus relojes Seiko, me resultaban insultantes, cuando los comparaba con los Omegas de Pierce y Daniel, o los Breitlings y Rolexes de Sean.
         Goldeneye, sigue siendo una de mis favoritas de las entregas de la franquicia, y Pierce, resultó mi favorito de todos los Bonds; seguía queriendo parecerme a él cuando fuese grande, y ya estaba en mis veintitrés. Cada película, era un paseo por una revista GQ y una guía de cómo lucir elegante, sin ser anticuado, maldito Brosnan y su porte macho refinado. Todo se fue a la mierda cuando llegó Daniel Graig. El anuncio de su nombramiento no me gustó para nada. Pero, cuando vi Casino Royale, desde la primera escena de acción y peleas, supe que la ropa y las buenas maneras pasaban a un segundo plano, y eran sustituidas por velocidad, fuerza bruta y una esencia oscura en el alma del personaje; un James Bond, más fogoso y con un profundo deseo de venganza. Sentí lástima por Pierce y todos los otros, estaba ante un animal salvaje con destrezas de Ultimate Figther, un macho alfa, con un perfecto cuerpo de atleta, que justificaba cualquier escena de acción, por increíble que fuese. Creo que será muy difícil de superar.
          ¿Quién será el próximo? Siempre suenan nombres en rumores, pero casi nunca  resultan ciertos; sólo con Pierce, que lo anunciaban diez años antes de ser seleccionado. Pero, no importa quien venga, fue con Roger Moore que conocí al 007 y con el mi pasión por los carros deportivos, los Omegas, la vodka, la aventura y las mujeres hermosas; como todo un buen perro sato que sueña con embutidos exóticos. Alguna vez lo vi en la serie de TV, El Santo, y no estuvo mal, vi otras películas en las que participó, y aquella pinta de Bond, nunca se le borró, por más absurdo que fuesen los personajes. No puedo decir que fue el mejor de los todos los James Bond, tampoco creo que haya sido el peor, pero fue mi James Bond, el de mi niñez y adolescencia, cuando la candidez de los tiempos y el poder de mi imaginación, me hacían creer y sentir, aquella distante y errada ilusión, que algún día sería un elegante, atractivo y decadente agente, con veloces vehículos, mujeres hermosas y, tan o más importante, con licencia para matar…

2 Comments

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  1. Saludos, este es uno de tus mejores ensayos. Felicitaciones.

    E

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