Lenguas, estuches y “tiraeras”

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TRAGEDIAS Y TRIVIALIDADES EN LAS REDES/Suplemento social
Por J.A. Zambrana

La mona, aunque baje de peso, se peine y trate de hablar inglés, se queda tan mona, gamberra y politiquera como siempre. Después del plebiscito con enchape de truco, del que tanto presumen los miembros del Pene-P, parece que el resto del mundo, entiéndase países y otras naciones soberanas, ni se comieron el cuento ni respaldaron el fraude que la gordita sin sabor, Jenny «The Hutt» Gonzáles, defiende a chicho y papada. Fue por eso que, la «finísima», «delicada» y afanada degustadora de repostería y confitería barata, le dijo a los países, dirigentes y representantes de la ONU que se metieran la lengua en el estuche. Yo no sé ustedes, per en mi barrio eso significa: “Métase la lengua por el culo”. Esa es la Jenny “The Hutt” González de siempre; toda una pistola de insultos y frases chabacanas a la hora de defender lo indefendible; como un Donald Trump con senos desinflados y pasado de peso.

Pero, pobre de quién se atreva a decirle algo así de vuelta. Supongamos que otro político, tan gamberro como ella, digamos que el gran Héctor “TengoMásCabelloQueLiderazgo” Ferrer, en alguna acalorada discusión le hubiese dicho a la Jenny “The Hutt”: «Guárdese la lengua en su deforme, grasiento y blandito estuche». Estoy seguro que, de inmediato, ésta hubiese sacado la carta del género y del macho maltratante. Su trillado cuento de la ofensa a la dignidad de la mujer puertorriqueña y trabajadora; lo hubiera tildado de misógino, macharrán y toda la diatriba contenida en esos discursos de víctimas por conveniencia, que suele utilizar. Así le hizo a Carlos “El Gago” Pesquera, cuando éste dijo que era vaga y no hablaba inglés. Que fácil debe ser para la «Hutt» andar por ahí pisando callos y metiendo dedos a mansalva, y en cuanto le meten uno de vuelta gritar: “Me faltan el respeto porque soy mujer”. Todos sabemos que cualquier insulto a esa caricatura agrandada de la feminidad, no es porque sea mujer, tampoco porque sea fea y babosa; se debe a su estilo sucio de jugar a la política, y a su desfachatez a la hora de tomarle el pelo al pueblo, para clavarlo con el pillaje de despilfarro burdo y el cagadero partidista que la distingue. Debería ser ella quien le de estuche a la lengua.

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Otro que debió hacer uso de su estuche, fue el rapero de los delincuentes: David Sánchez Badillo, mejor conocido como Tempo. Quien, junto a René Pérez (Residente Calle 13) desataron una “guerra de letras”, que parece haber sido orquestada por el Tempo para salir de la cárcel de los apagados en la que se encuentra. La batalla, que resultó en un doble nocaut para Tempo, me sirvió para reconocer la genialidad de René Pérez y su dominio sobre la poesía urbana. Escribir 1,900 palabras, que rimen y concuerden y, encima, ponerles música con ritmos y tiempos distintos, a través de 12 minutos de canción, no debe ser una tarea muy sencilla.

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Con ese abuso lírico del Residente, contra el trapero con cachetes como “nalgas en la cara” (como dijera el mismo René Pérez), pude ser testigo de como se han agravado los complejos y los excesos de sensibilidad de algunos grupos e individuos; muchos en busca de conveniencia y pauta de red social, y otros que, simplemente, no tienen control sobre sus emociones y necesitan antidepresivos que no toman. Escuché y leí a padres de niños con autismo y otras condiciones, exigir respeto e igualdad para sus hijos, de unas formas que parecían demostrar, claramente, que exigen algo que ellos no han podido lograr. Dejaban ver que, muy en el fondo de sus conciencias, no han podido aceptar la realidad acerca de sus hijos, y se ven a sí mismos como víctimas de una vida que les envió la cruz injusta de una criatura defectuosa. Viven cargados de una autocompasión con rencor y deseos de desquite que los consume y no les permite ver que son ellos, quienes con sus propios complejos, convierten en víctimas a sus hijos; como decía la canción: “Hush, hush, Little baby, dont you cry. Mother will put all her fears in to you…”.

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Al final, creo que la avalancha de críticas condenatorias contra el Calle 13, tuvo el resultado que algunos grupos querían, que era recibir el auspicio de un artista del calibre de Residente Pérez, quien después del incidente ha logrado un junte con las Olimpiadas Especiales. ¡Qué cosas, no!

La “tiraera”, que terminó dejando a Tempo con necesidades especiales, también me sirvió para conocer un poco (lo suficiente para no querer saber más) acerca del señor Badillo, a quien el periodista Alexis Zárraga (El Calce), llama el Sr. Piña Colada. La chabacanería y el gansterismo en su música nunca me interesaron; sólo sabía que había estado preso por un asunto de drogas. Decían los defensores de los derechos de gatilleros de punto y algunos reguetoneros que le temían a la ira del Tempo y su narco-corillo, que éste había sido acusado por hablar mal del Gobierno; lo convirtieron en el Mandela del caserío, el mártir del “malanteo” y la rima vulgar. Después de escuchar lo que escribe, me pregunto: ¿Por qué no sigue preso? Semejante elemento, que sólo escribe amenazas, que no sabe expresar ninguna idea si no usa palabras soeces (no que sea malo eso, carajo, pero no debe serlo todo), que se la pasa enseñando la marca de sus calzoncillos de diseñador (que parecen panties) y alardeando del mucho dinero que tiene, no aportan nada a mejorar la mente jodida de este pueblo; sólo sirve para envalentonar delincuentes cuando van de camino a cometer fechorías. Nos recuerdan que a pesar de la emigración desmedida, aún queda muuuucha gente chusma en este país.

Y dentro de esa información trivial y viciosa que se corre por las redes, la guerrilla de letras también me sirvió para enterarme de que el Tempo le debe cien mil dólares a mi buen amigo y excelente deportista Ángel Pagán. Me pregunto si el trapero de las mejillas rebosadas, algún día escribirá una canción en la que alardeé de sus deudas, de los discos que no vende y de los conciertos que no llena.

Siguiendo con la línea de los estuches: ¿vieron las fotos de Javier Báez? No hay que negar que el muchacho tiene un estuche envidiable. No me hiere la hombría reconocer que hay cuerpos más atractivos que el mío, que ya es puro tembleque. ¿Cuántos hombres no hubiésemos querido una retaguardia como esa? Yo, al menos, que toda la vida he sido tildado de “chumbo” y “jalao”, alguna vez deseé tener un poco más de volumen trasero y ser motivo de aquellos halagos y guarrerías que dicen las féminas, acerca de los tipos culones. Porque las damas se quejan de que los hombres ligamos con evidente descaro, pero ellas lo hacen con una muy sutil y disimulada desvergüenza, que puede ser para mí muy excitante. Lamentablemente, hice squats por años y la chumbera nunca cambió, tenía un cuerpo firme y con algunos músculos, pero chumbillo hasta la risa.

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El reverso paradito de Báez, me hizo recordar que cuando Bernie Williams era una de las estrellas de los Yankees de Nueva York y varias veces campeón mundial, solía posar vestido y con su guitarra, para algunos medios que atestiguaban sus excelentes habilidades musicales. Supongo que cada quien a lo suyo, podemos inferir a qué se dedicaría cada uno, de no haber alcanzado el sitial de súper atletas. Si Bernie no hubiese tenido éxito como pelotero, seguro hubiese sido maestro de música o, quién sabe, si parte de una banda tan exitosa como los Yankees. El talento lo tiene, lo sé, porque lo he escuchado. Báez, por su parte, si no fuese el magnífico pelotero que es, a quien he visto hacer jugadas espectaculares y llevar a los Cubs de Chicago a ganar un campeonato, seguro sería modelo de ropa interior o stripper a lo Magic Mike.

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Nunca quise ser jugador de baseball, me gusta el deporte y el ejercicio, pero nunca me interesaron los deportes como carrera, además, me faltaban habilidades y disciplina. Siempre preferí las letras y después la música. Cómo me hubiese encantado tener las destrezas de Bernie Williams en la guitarra y las petacas de Javier Báez. Ser guitarrista y nargudo, me hubiese traído mucho éxito en la vida, en la sección dedicada a la diversión.

Por falta de lo anterior, tuve que desarrollar otras destrezas y aprender que, a veces, cuando no sabe uno acerca de algo o no aporta nada sobre un tema, debe cerrar la boca y guardarse la lengua en el cul… perdón, quise decir: en el estuche, como diría la «Hutt».

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