La historia de horror que leerán a continuación, tiene que ver con un artista gráfico, muy particular, que utilizaba “programas pirata”, para diseñar los trabajos de sus clientes…
Resulta que una gran amiga que conozco desde hace mucho tiempo, terminó de escribir su segundo libro. Recuerdo sus ojos, verde manzana, encendidos como faros, cuando muy emocionada y con la pícara sonrisa de una niña que se ha robado un beso, me dijo que comenzaría el proceso para publicarlo. Antes de continuar debo explicar que, publicar un libro requiere que el texto sea revisado por un corrector que señalará los errores ortográficos que se le escaparon al autor; luego debe ser “diagramado”, que no es otra cosa que organizarlo en el tamaño y con las características que llevará el libro, después, casi siempre al final, se diseña la portada; una vez se completa lo anterior, el libro estará listo para ser impreso.
Mi amiga, a quien llamaré Cándida Escritora, decidió que deseaba tener el libro listo cuanto antes y presentarlo la última semana del mes de mayo. Por eso, la última semana de febrero, contactó un artista gráfico a quien ya conocía, para que realizara la corrección, diseño y portada. Acordaron que el trabajo se completaría en no más de treinta días, tiempo suficiente para que la Cándida Escritora pudiera imprimir y preparar la presentación, cómodamente y sin sorpresas de última hora. Así que le entregó el borrador del texto y unos dibujos que deseaba integrar, creados por un cotizado artista plástico, muy amigo de ella, quien le donó su arte para el proyecto. Sabía que el artista gráfico, a quien llamaré El Hippie Tony, era un tipo algo creído y prepotente, una especie rara de divo, que se vestía, olía y fumaba tanta marihuana como un hippie, pero que le faltaba la paz y el desprendimiento que caracteriza a esos hippies que parecía emular, ya que solía pasar sus días con un amargo y aguerrido estado de ánimo. Siempre le dije a Cándida Escritora, que esa apariencia y el cuento socialista, eran una fachada para esconder el capitalismo miserable que practicaba a la hora de lucrarse con el arte.
Aun conociendo esas características, Escritora, decidió contratar al peculiar artista, ya que trabajaron antes y éste fue rápido y siguió las instrucciones y deseos de ella, en cuanto a los diseños de su primer libro. Además, publicaría en mayo, estaban a finales de febrero, había tiempo suficiente para completar el proceso. Acordaron unos precios por cada uno de los servicios. “Te entrego el primer borrador la próxima semana”, dijo el Hippie Tony.
Es muy importante señalar que mi amiga Cándida Escritora, es también abogada. En aquellos días el Hippie Tony tenía un asunto legal menor y le pidió que le ayudara a resolverlo. Ella no escatimó ni perdió tiempo; preparó un documento que necesitaba el artista para resolver el problema y hasta le incluyó (pagados por ella) los sellos y aranceles requeridos por ley. Llegó hasta el taller del artista, le entregó el documento y acordó que cobraría por su trabajo, la mitad del precio que suele cobrar a clientes regulares y, además, que Hippie no tenía que pagarle en ese momento, Escritora acordó a que el valor de su trabajo legal, se le descontara de el costo final de los trabajos que Hippie Tony realizaría: “Así nos ayudamos todos”, le dijo. Un arreglo que a Hippie le encantó, ya que no tenía que extraer dinero de su bien resguardado bolsillo y, además, sabía de antemano que inflaría la factura al final, y el trabajo legal le saldría libre de costo; algo que Escritora no se imaginaba.
Pasaron dos semanas y el Hippie no emitía ninguna señal, por eso mi amiga Cándida la que escribe, le envío un mensaje para saber cómo iba el trabajo. La respuesta del artista tardó dos días, y fue un llano y escueto: “Este fin de semana brego con lo tuyo”. Pasó el fin de semana y nada pasó. Luego otro fin de semana… Así que, Escritora, decidió enviar un nuevo mensaje. “He estado sumamente ocupado, tengo mucho trabajo, pero este fin de semana, sin falta, brego con lo tuyo”, contestó Tony.
Luego dos fines de semana y, por fin, el Hippie, con una nota que decía «revísalo y me indicas si ves algún error para corregir», envió un primer borrador del texto, con errores de diagramación: páginas enteras mal “sangradas”, palabras en sílabas mal divididas, no había incluido las imágenes y no tenía la corrección de ortografía. También envió el primer borrador de la portada, al que tampoco le incluyó las imágenes escogidas. Cándida Escritora, no quedó para nada complacida, le pareció una completa chapucería, un producto de la magia mediocre del copy más paste. Pero, de forma cortés, señaló, por escrito, porque su insatisfacción. Hippie Tony, se excusó diciendo que no pudo incluir las imágenes, debido a que su scanner no funcionaba, y le pidió a Escritora que fuera a recoger los dibujos, los escaneara ella y se los enviara nuevamente. Molesta, pero resignada, Cándida Escritora pagó por el escaneo de las ilustraciones y se las envío al Hippie. Escritora le recordó que el texto parcialmente diagramado, no estaba corregido aún, ya que había visto algunos errores de ortografía; Hippie, dijo que todavía no había entrado en ese proceso, que tendría dichas correcciones al final de esa semana, que era más fácil para el corregir el trabajo diagramado. Ya era abril, habían pasado los treinta días acordados, pero quedaba tiempo suficiente para imprimir y presentar. Escritora reservó un lugar para la presentación, acordó y ensayó piezas musicales, junto a unos músicos amigos, que donarían su arte para la presentación.
Paralelo a todo eso, la madre de Cándida Escritora (y a quien ésta lededicaba el libro), se enfermó gravemente y fue ingresada en un hospital, con serios problemas cardíacos que cambiaron las prioridades de la Escritora y, momentáneamente, desviaron su atención del libro por casi dos semanas. Pero, no fue la única, su amigo, el Hippie Tony, también lo olvidó y no realizó trabajo alguno. A tres semanas de la fecha escogida para la presentación, (suficiente para completar el proceso e imprimir), Escritora envía un mensaje: “Saludos Hippie Tony. ¿Cómo va el trabajo? Al otro día una respuesta: “Este fin de semana brego con lo tuyo”. “¿Diez fines de semana bregando?”, le dije a Cándida, tratando de que le pusiera un poco de presión o mandara a la mierda al Hippie.
Escritora le contó parcialmente a su mama, que el libro estaba atrasado y que esperaría a que ella estuviese bien y fuera del hospital, para darle seguimiento al proceso. Con y la mascarrilla de oxígeno puesta y firmeza en la voz, la anciana le dijo: “Ni se te ocurra atrasarte por mi, termina, publica y presenta, si aún estoy aquí, lo veo en vivo a través del teléfono”.
Como era evidente que el libro no estaría listo para la fecha escogida, Cándida canceló la presentación, la pospuso para el mes de julio y se lo notificó al Hippie, que seguía ofreciendo excusas por incumplir: “No he tenido tiempo para corregir lo tuyo, es un libro muy largo y mi agenda ha estado sobrecargada”. En otras circunstancias, Escritora hubiese seguido mis consejos, enviado al Hippie al carajo y contratado otro artista que sí fuese responsable, pero, los asuntos de su madre no le permitían concentrarse en ese tipo de controversia litigiosa, y decidió fluir con la situación. Consiguió un corrector para el texto, y visitó al Hippie a su taller para notificárselo; le dijo que en dos semanas le entregaría el borrador del libro corregido, para que el artista no tuviese tanto trabajo. “Gracias por tirarme ese toallazo”, le dijo el hombre, mientras preparaba un enorme cigarrillo de marihuana, con una hoja de tabaco que olía a medicina de frambuesa.
Mientras el borrador era corregido, el Hippie escribió un mensaje muy alarmante para Escritora: “Salgo de viaje para Atlanta, a la “Feria de Artistas del Gráficos Glamorosos”, y estaré fuera casi todo el mes de julio, después estaré disponible en agosto. Si quieres que termine tu libro necesito las correcciones antes del próximo viernes”, faltaban 6 días para el viernes. Recuerdo que, sentados en el Viejo San Juan, en una vieja barra de madera de cedro gastado por el tiempo, con cervezas locales en las manos y mientras veíamos a mi amigo Luizzo (el cantinero) triturar unas hojas de menta que emitían un olor refrescante, le dije a Escritora: “El Hippie se va de viaje y necesita dinero para gastos; es por eso que presiona de esa manera. Si aprovechas su necesidad y su condición de miserable, puedes conseguir que al fin acabe el libro”. Aunque con alguna resistencia, el corrector (quien sabía que el libro de Cándida Escritora es bueno y quería ser parte del proyecto), accedió a entregar el trabajo en tan corto tiempo. Un día antes de la fecha requerida por el Hippie, el borrador corregido le fue enviado.
Dos días después de recibir el documento, el Hippie escribe un corto mensaje plagado de histeria. Decía que tenía que cobrar doble, que el documento corregido no le servía de nada, ya que tenía copiarlo todo y hacer una nueva diagramación, que se negaba a añadir, una a una, las correcciones marcadas, «demasiado trabajo», exclamaba; que era otra de sus rutas de desvío para evadir el trabajo, ya que, días antes, el corrector felicito a Cándida por escribir un libro con una ínfima cantidad de errores. El Tony ladraba que había que pagarle por dos diagramaciones distintas. ¿Qué carajos es eso? Se pregunta usted mi querido lector, pues sepa que yo me pregunté lo mismo cuando Escritora, con pausas en la voz, que indicaban rabia y una posibilidad de llanto, me leyó la misiva electrónica que plasmaba, lo que bien podríamos llamar, una estafa, un engaño y, como le dijera yo en el lenguaje criollo cotidiano, “una soberana cogida de pendeja, que merece que envíes el tipo ese al carajo y a que se meta su mediocre e incompleto trabajo por su orificio más oscuro”.
Para entender el entuerto, recapitulemos los hechos narrados. Recordemos que, inicialmente, el Hippie sería el corrector y que, a sabiendas, diagramó el borrador no corregido, porque se le hacía más fácil el proceso, y así lo hizo saber en una de sus comunicaciones. Lo que quiere decir que, al no haber hecho el trabajo ortográfico, diagramó el borrador equivocado. Otra vez, Escritora quiso mandarle al carajo, pero, ante el trabajo que creía completado, ya que pensaba que las imágenes, las letras en “itálicas”, las divisiones en sílabas, las sangrías y todos los errores en la diagramación señalados, ya habían sido arreglados, continuó fluyendo y le recordó al Hippie el acuerdo inicial, para que recapacitara en su error. Pero, el hombre, con su miserable carácter, en vez de reconocer con integridad su responsabilidad, le dijo a la escritora que, lo único que podía hacer era permitirle que ella corrigiera el documento original, en el programa de diseño que usa el Hippie en su computadora. Ella quería decirle de todo, pero con una paciencia que rayaba en la idiotez, para no atrasar más un proceso que ya estaba mega retrasado, accedió a invertir horas de tiempo en el taller del Tony, escuchando de fondo trap de mal gusto, para completar las tareas del socialista que se escondía del trabajo.
Cuando comenzó a corregir la ortografía, la Escritora se percata de que el documento diagramado, era el primer borrador que Hippie envió, sin imágenes y con todos los errores señalados hacía más de cuatro meses atrás. Como si fuera la más cruda comedia absurda, Hippie le pidió a Escritora que, mientras arreglaba la ortografía, también arreglara las sangrías y las itálicas, y le enseñó como hacerlo, ya que ella no sabía utilizar el programa de diseño. Poco después, Escritora supo que, todo lo que debió hacer el oportunista del Hippie, era hacer un “Copy” del documento corregido, sobre el “Copy” que hizo antes en dicho borrador a medio diagramar.
Escritora corrigió todo lo que pudo. Pero, durante el proceso, no pudo corregir la acentuación del nombre «crème brûlée», que aparecía en el libro; tampoco pudo añadir varios emoticones de caritas felices (😀😗😈), muy comunes en todos los programas actuales y, como si fuera poco, tampoco pudo incluir el nombre y sello de la editora del libro, quien era una de las mecenas principales del proyecto; una mujer alta y elegante, de una voz dulce y pausada, con el pelo rubio y perfectamente arreglado y un parecido absurdo con Diane Keaton, quien desinteresadamente se dedicaba a ayudar a escritores poco conocidos, sin lucrarse de éstos. Al señalar esos detalles que no podía arreglar, no van a creer, mis queridos lectores, la contestación del Hippie. Fue es ese instante que apareció el personaje principal de esta historia (que no es un personaje, si no un objeto), el Hippie, muy campechano y orgulloso, y como jactándose de forajido y bandido, dice: “No acepta los cambios porque mi copia del programa de diseño es una copia pirata y vieja, que conseguí mediante un amigo, y que no puedo actualizar para hacer ese tipo de trabajos complicados; es un programa caro y no tengo la intención de comprarlo ni enriquecer a esos conglomerados capitalistas”.
Esa aseveración, esa admisión criminal, le calentó los humos a la Escritora, y le hizo recordar todos los delitos que se cometen, no sólo con el uso un programa pirata, sino también por cobrar los trabajos realizados con una copia no autorizada. Escritora le reclamó que no era disculpa ni excusa, que utilizara programas viejos e ilegales. Como sólo faltaban esos pequeños detalles y la portada, el Hippie, molesto por el reclamo, acordó terminar ese fin de semana y el lunes, entregarle a Cándida Escritora los archivos maestros del libro, en el formato del programa de diseño, para que esta acudiera a otro artista gráfico, que tuviese una copia actualizada y arreglara lo que su copia ilegal no podía. El lunes en la mañana, 9:30am, para ser exacto, esperando otro cuento, Escritora envía un mensaje para saber si se había cumplido lo acordado, el Hippie tardo una hora en contestar: “No hice nada, me fui con mi jeva todo el wikén, porque me voy de viaje y había que darme cariño. Hoy acabo lo tuyo”. Escritora esperaba una excusa, pero no una tan descarada y sin ápice de profesionalismo.
Ese día, en la tarde llegó otro borrador de portada, en el que Hippie no hacía lo que pedía la Escritora; no colocaba las imágenes, según esta le indicaba. En eso se perdieron dos días y cuando llegó el momento de viajar y el trabajo no estaba terminado. Contrario a todo lo dicho anteriormente de que no estaría disponible una vez saliera para Atlanta, el Hippie, aseguró que se encargaría de los detalles durante los primeros dos días del viaje, ya que la convención empezaba viernes; que enviaría todo por correo electrónico y que Escritora le hiciera el pago mediante transferencia en línea. De más está decir que, nunca completó el trabajo, envió otro par de borradores incompletos de la portada y desapareció. Una semana después, ante los innumerables mensajes de Escritora, le contesta: “Mañana voy a un parque de diversiones aquí en Georgia, porque me lo merezco después de tanto esfuerzo y malos ratos. No podré trabajar lo tuyo, lo hago al otro día en el avión”.
Ocho días después, durante la primera semana de Agosto, Hippie envió el trabajo final, pero incompleto claro está, debido a las deficiencias de su programa ilegal. Sólo que, contrario a lo acordado, oíno lo envió en el formato del programa de diseño, envió una copia PDF imposible de enmendar. Escritora reclamó el formato original, Hippie contestó que era archivos muy grandes e imposibles de enviar por correo electrónico, y aseguró que los entregaría personalmente, después de que se le depositara el pago. Escritora, quien aunque todo este tiempo había actuado casi como una perfecta tonta, se presintió otra canallada y le dijo que prefería entregar personalmente el dinero en efectivo y hacerlo todo el mismo día; Hippie, ansioso por recibir dinero, aceptó.
Es genial, como en esta época moderna, en la que todos se “hablan” mediante mensajes de texto y Whatsapps, es tan fácil probar qué se dijo en una conversación. Recuerdo que le dije a mi amiga: “No borres ningún mensaje. Espero que no te facture por tiempo perdido, ni te cargue adicional por el trabajo que realizaste en su computadora”. ¡Malditos mis poderes de pitoniso! Para continuar con la historia de horror, al revisar la factura que Hippie envió por sus servicios incompletos y cuatro meses extralimitados, y un 47% por ciento más de lo pactado, como si en efecto hubiese cobrado doble. Escritora lo señala de inmediato, y Hippie le dijo que era imposible, que el jamás pactaría ese precio, y, de la manera más irrespetuosa, acusó a Escritora de “regatearle” el precio. Escritora, sin perder tiempo, le envió una copia del correo electrónico con la cotización de servicios. A Hippie Tony no le quedó más que acceder al precio pactado o no cobrar, pero, continuó con la línea de que la escritora le regateaba el precio. Si me querido lector, el que sobrefactura un trabajo incompleto y mal hecho, realizado en un programa pirata, y en el que mi amiga hizo la mayor parte de los detalles tediosos, se quejaba de “regateo”; irónico y hasta surreal, verdad.
El día acordado para le entrega, Escritora, presintiendo otra mala pasada del Hippie, le escribió y le preguntó: “¿Necesito mucho espacio para grabar los archivos de los documentos?” De inmediato, Hippie contestó que no entregaría los documentos, según pactó; que no regalaría su trabajo, decía. Fue entonces, que la Escritora no aguantó más y, aunque por escrito y con mucha elegancia, dijo todo lo que debió decir desde el primer incumplimiento, y se negó a pagar por el trabajo incompleto e imposible de arreglar. Hippie, como un todo un miserable con iniciativa y poco conocimiento, se encargó de amenazar a Escritora, pero, esta le exhortó a que la llevara al foro que el hombre quisiera, que, en donde fuese, ella probaría que él era irresponsable y tramposo.
Ante la negativa de Escritora, el hombre con olor a hippie, molesto y herido como animal rastrero, decide llamar a la editora del libro, una dama muy amable, que no suele faltar el respeto a nadie, y le reclamó por el dinero, le dijo: “Tu escritora me ha faltado el respeto, además me está acosando y se niega a pagar por mi trabajo. Estoy seguro que me discrimina porque soy hombre, si yo fuese mujer, seguro que no me trataría de esa forma”. Además, le advirtió, en tono de amenaza, que no podían usar sus diseños (los que preparó con el programa pirata y mi amiga arregló en su mayoría).
Dos semanas después, el Hippie mercantilista, seguía acosando a la dama editora, para que le pagara el trabajo, ya que alegaba que el libro estaba en imprenta. Escritora, muy molesta, le escribió lo siguiente: “Aguien te informó mal o no entendiste bien, como parece ser tu costumbre. El libro no está en imprenta. Después del pasado incidente y de tu negativa a entregar los trabajos en el formato original, decidí no utilizar ninguno de tus diseños, trabajados por mi. Hay una clara mala fe en tus acciones que hace imposible una relación de negocios. Conseguiré otro artista que sea integro o, al menos, responsable y, claro, que tenga al día su licencia del programa, no una versión pirata e ilegal, limitada y sin actualizar. Agradeceré que detengas las llamadas a Editora, tu acuerdo fue conmigo y es una falta de respeto perseguirla y acosarla de esa forma. Si tienes alguna reclamación contra mí, utiliza los foros que corresponden, no más mensajes. Te recuerdo que el único servicio completado y entregado, fue el documento legal que te preparé y que seguro jamás pagarás, pero, no te preocupes, seguro lo necesitas más que yo”.
Hippie Tony, que al igual que muchos pejes”, muere por la boca, no podía aceptar y callar, y contestó:
“Vale, suerte con tu libro. Prefiero que no se me asocie con él. El karma siempre es justo, Cándida. Espero que tu mamá se ponga bien y que algún día logres analizar esto más justamente. Y espero que el diseñador nuevo se asegure de que el diseño sea distinto, ya que yo me aseguraré. Que quede bien!”.
“¡Has visto como te ha mentado tu madre!”, le dije a Cándida. “Lo sé, que más se puede esperar de semejante miseria que camina. No se te ocurra jactarte, pero tenías razón, debí mandarle al carajo hace mucho”.
Como la mayoría de ese tipo de personas inescrupulosas, Hippie, herido y como víbora rastrera, recurrió al Facebook, para conseguir catarsis, pero con desinformación, y escribe: “Como cuando te pasas cuatro meses diseñándole un libro a alguien, y deciden no pagarte por que encima quieren que le entregues todos los archivos de indesign. #haygentebienmalalecheenestavida”. Aunque se moría por escribir el nombre de de Escritora, no lo hizo, porque a pesar de ser irresponsable y truhan, sabía que Escritora tenía guardadas todas las conversaciones, y podía levantar una acción por calumnia o difamación. Pero, las respuestas de apoyo de sus coristas de las redes no se hicieron esperar, todos condenaban a la escritora desconocida, sin saber nada de la historia. Un problema de nuestros días que me hace preguntar cuántas de las denuncias que se hacen por las redes sociales son ciertas o sólo son cuentos de camino de arpías que gustan de hacer de sí mismos las causas de lucha, y le dan mala reputación a las causas verdaderas.
Después de pasar el mal rato y recapitular el mismo, Escritora entendió que no hay que ser un genio para diagramar libros, sólo hay que tener y conocer el programa, y estar pendiente a los detalles que, el Hippie (evadiendo trabajar) le enseñó a arreglar en aquel borrador que nunca utilizó. Por eso, con el dinero que le pagaría al inescrupuloso, compró una licencia del programa de diseño, que le costó un 30% menos, de lo que le cobraba el dependiente de la piratería, por aquel trabajo incompleto. Al final, con la ayuda técnica de algunas amistades artistas, terminó el libro y portada, en menos tiempo del que pensó, y exactamente como lo había pedido siete meses antes. Es para mi todo un deleite, que de ahora en adelante, mi amiga la escritora, diseñará y diagramará sus libros y no dependerá de ningún trabajador externo, que podría resultar igual o peor que aquel usurero irresponsable y con complejos de macho discriminado.
Para cerrar, me cuenta un amigo que frecuenta el mismo grupillo que el hippie del programa pirata, que después de que el texto fue publicado, el hombre se presentó a una librería de Plaza Las Américas, rompió el plástico protector de una copia del libro de Cándida, y pasó casi una hora con su computadora de programas ilegales en mano, revisando que no se hubiese utilizado “su diseño”. Al corroborarlo, encabronado hasta más adentro de su medula ósea, lanzó el libro al suelo y se marchó. Un oficial de seguridad lo detuvo en la puerta. Tony, el hippie, se vio obligado a pagar la copia que abrió o ser reportado a la Policía. Quien lo diría que, al final, el miserable y mal oloroso ser, siempre contribuyó con algo al proyecto…Hasta la próxima, mis queridos lectores…
Au revoir, Monsieur Mother Fucker
P.D. Recuerden:
Lo bien y legal hecho, bien parece!!! saludos.
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¡Gracias! (tardías)
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